Es tema de todos los días en los periódicos y noticieros: la degradación ambiental que día a día se hace evidente: cambio climático, extinción de especies, contaminación del aire, el agua y el suelo, y desigualdad social. Nos es algo que nos alarme al grado de perder el sueño, aunque haya a quien sí, el común denominador es una preocupación mustia: una enmascarada sinvergüenza que sigue consumiendo ¼ de libra en McDonalds a la vez que demanda una mejor disposición de la basura, que se jacta de comprar papel reciclado pero no deja ni un solo día de usar el auto. Esta doble moral ambiental es la que debe ser aclarada para su posterior abandono. Sin embargo, no es tan ambicioso nuestro propósito hoy, solo pretendemos justificar brevemente las razones que hayamos para esta doble moral.

El problema fundamental es que el medio ambiente suele considerarse como algo que está allá: afuera de nuestros hogares, afuera de nuestras ciudades, algo lejano del ámbito humano y no como una totalidad envolvente de la cual somos sólo una mínima sección. Esto por diversas razones históricas y culturales, entre las que destacan el dualismo occidental que separa al hombre de la naturaleza, haciendo de éste un ser divino o de razón; y la lógica capitalista que insiste en figurarse a la naturaleza como pura materia prima e informe. Así cuando la naturaleza (nombre que se le ha dado a lo no-humano y no-divino) es reapropiada dentro de estas concepciones se torna un objeto, un objeto de valor, para el capitalismo se vuelve mercancía, para el dualismo un objeto ajeno que provoca mera fascinación. Si bien ambas perspectivas convergen en la idea de conservar la naturaleza, sus intereses últimos –o primeros –superan por mucho el valor asignado a la naturaleza: la economía prima el desarrollo sobre la conservación ambiental o los procesos sustentables; el dualismo prefiere los objetos humanos frente a los naturales.

Como resultado de estas dos perspectivas, que además buscan ser difundidas en cada rincón de la Tierra, es que se puede dar la doble moral ejemplificada al comienzo del texto, ya que aun cuando la naturaleza resulta imprescindible para la vida humana, se halla en una desventaja cualitativa frente a los ideales que persigue el rumbo actual del capitalismo y de la concepción dualista del mundo, la cual predomina como trasfondo sobre el cual se yergue el modo de vida de gran parte de la humanidad. La naturaleza está condenada a este cuidado interesado, lleno de especulaciones mercantiles y de fascinación taxidermista, mientras no exista un cambio de perspectiva, tanto económica como ideológica.

[ Taller de Lenguaje y Argumentación / 16 de noviembre de 2009 ]

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