Han pensado por qué compran lo que compran.

Vamos, si la razón obvia es: porque lo necesitan. Pero ¿qué es lo que necesitan?

¿Un cepillo de dientes, un champú, ir al baño?

Las necesidades del hombre son aquellas cosas que hay que hacer, o de las que hay que disponer para vivir.

Hay necesidades básicas, como comer, esto nadie lo duda, pero ¿qué comemos?

Hace menos de un siglo la población de los países desarrollados tuvo la oportunidad de consumir productos provenientes de otras culturas y regiones.

Al existir una mayor gama de productos, el mercado varía.

El mercado se regula debido a la oferta y la demanda de los productos que en él existen.

La oferta consiste en los productos disponibles y el precio que estos tienen.

Tales precios representan el valor asignado por una cultura a un producto, este precio se asigna considerando tanto su valor material y su valor simbólico.

La demanda consiste en el tipo y cantidad de productos que cierta población exige para satisfacer sus necesidades.

Las cualidades del producto son las que le dan valor a éste mismo.

El precio engloba el valor de la suma de todas las cualidades, y sirve además para colocar al producto en la misma escala que los demás productos y poder así intercambiarlo.

Mientras mayor valor tenga un producto, mayor será su precio en el mercado.

El consumidor examina el producto, estima el valor, y decide pagar el precio o no.

La cultura es un entramado de signos entre los cuales nos movemos y nos posicionamos, es decir, habitamos.

Nuestra ropa es un signo que nos representa ante otros y en el sistema simbólico.

La cultura se expresa a través de los objetos que producimos, y de las prácticas que realizamos.

Los objetos mediante los cuales satisfacemos nuestras necesidades forjan la percepción que los otros tienen de nosotros mismos, la valoración que nos dan y nuestra posición dentro del sistema simbólico, esto es, nuestra personalidad.

La cultura se conforma de las formas que percibimos y cómo valoramos éstas.

Beber Red Cola tiene poco valor cultural y por tanto un bajo precio. Una Coca-Cola en cambio, tiene un precio alto, que refleja un valor cultural alto.

La publicidad funciona como presentadora del producto asignándole un lugar en la cultura.

La publicidad ataca justo ahí donde la cultura se renueva, en los deseos y las necesidades de los jóvenes que aún no hayan como satisfacer sus deseos.

El dinero con el que contamos es lo que determina el valor de los productos que consumimos y las necesidades que cubrimos.

El valor que asignamos a los productos depende de la satisfacción que ellos nos proporcionen al cubrir nuestras necesidades, de la experiencia que tenemos con ellos.

La experiencia del producto refuerza nuestra personalidad, nos conforma y nos da lugar dentro de la cultura.

De este modo, el diseño no prefigura solamente objetos, espacios, etc., sino que en el fondo propicia experiencias.

El diseñador es responsable entonces de conocer la cultura en la que pretende generar estas experiencias.

Aquí radica la importancia de conocer el sistema de valoración que conforma el marco económico, ya que así el diseño encuentra un sentido completo dentro de la cultura.

[Cortinilla 1] La teoría de Paris Hilton

Todos quisiéramos ser Paris Hilton.

No me refiero a sus escándalos o a su vida en general. Sino que piénsenlo un segundo. Acaso no les gustaría ser herederos de una fortuna, y no tener que preocuparse por cuentas, o gastos, o el futuro.

[Cortinilla 2] La necesidad: líbranos señor del deseo.

Han pensado por qué compran lo que compran.

Vamos, sí, la razón obvia es: porque lo necesitan. Pero qué es lo que necesitan.

¿Un cepillo de dientes, un champú, ir al baño?

¡Sí, claro! Las necesidades del hombre son aquellas cosas que hay que hacer, o de las que hay que disponer para vivir.

Necesidades existen de todos tipos.

Por ejemplo, las necesidades básicas: respirar, alimentarse, orinar y dormir.

Uno necesita comer para vivir, eso nos queda claro a todos. Pero ¿Qué comemos?

[Cortinilla 3] La cultura: santa patrona nuestra.

Durante muchos siglos las personas acostumbraron comer lo que había cerca de ellos. Si había un lago comían pescado, si había un bosque comían frutos, si habían cerdo comían cerdo y si había perros, pues perro.

No fue sino hasta finales del siglo XIX y principios del XX, cuando gran parte de la población de los países desarrollados tuvo la oportunidad de consumir productos provenientes de otras culturas y regiones.

Podemos encontrar pizza, sushi o chop suey en cualquier tianguis de la ciudad.

Al haber una mayor gama de productos que satisfacen no sólo la necesidad básica, sino algo más, el mercado varía.

[Cortinilla 4] El mercado: nuestro apóstol.

El mercado se regula debido a la oferta y la demanda de los productos que en él existen.

La oferta consiste en el los productos que los productores ponen a la venta.

Los productores, o prestadores de servicios, ofrecen los productos con un cierto precio que el consumidor ha de pagar a cambio del producto.

Tales precios representan el valor asignado por una cultura a un producto, esto se hace considerando tanto su valor material (costos de producción) y su valor simbólico (lo que representa dentro de la cultura).

La demanda consiste en el tipo y cantidad de productos que cierta población puede disponer para satisfacer sus necesidades. Esto depende, claro, de sus ingresos.

[Cortinilla 5] El deseo: vírgenes y santos.

Existe una tensión constante en el consumidor, bien comprar mucho a bajo precio, o bien comprar a mayor precio mayores cualidades.

Las cualidades del producto son las que le dan valor a éste, lo cual en última instancia determinara su precio. El precio engloba el valor que se obtiene de la suma de todas las cualidades. El precio sirve además para colocar al producto en la misma escala que los demás productos y poder así intercambiarlo.

Así mientras mayor valor tenga un producto, mayor será su precio en el mercado.

El consumidor examina el producto, estima el valor, y decide pagar el precio o no.

¿Pero cómo se estima este valor?

[Cortinilla 6] La cultura: omnipresente.

El valor de un producto refiere a las cualidades que este representa dentro de una cultura dada, que son el costo de producción y el valor simbólico que la cultura otorga al producto.

La cultura es un entramado de signos y símbolos entre los cuales nos movemos y nos posicionamos, es decir, habitamos.

A lo largo de la vida vamos conociendo el significado de estos signos, que no es más que la percepción que los otros tienen de tal o cual objeto.

Nuestra ropa es un signo que representa lo que puede llamarse un estilo. Nuestra comida, el papel higiénico que usamos. Nuestros bienes nos representan dentro del universo simbólico que es la cultura.

La cultura se expresa a través de los objetos que producimos.

Los palillos chinos nos representan una cultura de arte para comer, mientras que la cuchara es un tributo a la eficiencia.

Los objetos mediante los cuales satisfacemos nuestras necesidades forjan la percepción que los otros tienen de nosotros, la valoración que nos dan y nuestra posición dentro del sistema simbólico de la cultura, esto es: nuestra personalidad.

[Opcional- sólo texto]Psicología, bla, bla, bla…

[Cortinilla 7] La publicidad: el evangelio posmoderno.

La cultura se conforma de las formas que percibimos y cómo valoramos éstas.

Beber Red Cola tiene un estilo de poco valor: se satisface la sed, el deseo del dulzor y la estridencia del gas en la lengua. El precio de una red cola es bajo porque refleja un valor bajo dentro de la cultura.

Una coca cola es lo apuesto, tiene un precio alto, que refleja un valor cultural alto. Coca cola tiene una larga historia de posicionamiento cultural. Se ha logrado colocar a la par de grandes símbolos de la cultura como las olimpiadas.

La publicidad funciona como presentadora del producto y lo coloca dentro del entramado simbólico, dentro de la cultura.

La publicidad ataca justo ahí donde la cultura se renueva, en los deseos y las necesidades de las personas. Lo hace de múltiples maneras, pero lo que busca es encaminar los deseos de las personas hacía el producto dado, les muestra una nueva opción para satisfacer sus deseos que promete ser más satisfactoria dadas sus cualidades y precio.

[Cortinilla 8] El diseño: el hijo pródigo

El diseñador realiza una tarea particular dentro de la cultura, pues se halla inmiscuido en muchos de los procesos que generan y continúan el vaivén de la cultura.

Los diseñadores industriales, por ejemplo, preconfiguran la forma de los objetos que nos rodearán. Lo diseñadores gráficos prefiguran las formas que veremos.

El diseñador es un generador de cultura.

[Cortinilla 9] El dinero: Judas

¿Por qué todos queremos ser como Paris Hilton?

Simplemente porque es millonaria.

El dinero representa posibilidades.

Cien pesos no representan nada más que la posibilidad de intercambiarlos por un producto o un servicio que nos satisfaga de algún modo y que cubra nuestras necesidades, nuestros deseos.

Nuestros ingresos y el precio de los productos es lo que nos limita a no escoger en todos los casos el producto de mayores cualidades, esto es, el mejor posicionado dentro de la cultura.

En cambio, Paris Hilton puede escoger siempre lo mejor de lo mejor.

[Cortinilla 10] La cultura genera cultura: Santo Padre

El valor que asignamos a los productos depende de la satisfacción que ellos nos proporcionen al cubrir nuestras necesidades.

Una notebook cubre la necesidad de navegar por internet.

Una MacBook Air cubre la necesidad de navegar por internet y además incrementa tu status social.

Navegar en internet es lo mismo en ambos casos, pero la experiencia de uno y otro dispositivo es la diferencia. Cada objeto tiene un lugar dentro del entramado cultural, y tal lugar representa su valor y satisface diferentes deseos.

[Sólo texto – Sobre un fondo estridente] El valor está determinado por las cualidades que presenta el producto en la experiencia que tenemos con el objeto, que está a su vez supeditada a la cultura en la que nos desenvolvemos.

La experiencia del producto refuerza nuestra personalidad, como ya se dijo, nos conforma y nos da lugar dentro de la cultura.

[Cortinilla 11] La experiencia: el Mesías

La tarea del diseñador se torna ahora diferente. El diseño al parecer no prefigura solamente objetos, espacios, etc., sino que en el fondo idea experiencias.

Prefigura experiencias para ciertos sectores de la población, para determinados usuarios. El diseñador es responsable entonces de conocer la cultura en la que pretende generar nuevas experiencias. Esto es, conocer los valores simbólicos que conforman el entramado cultural.

Aquí radica la importancia de que el diseñador conozca el sistema de valoración que conforma el marco económico, pues así puede dar un sentido completo a sus diseños, dentro de la cultura.

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